TENDENCIAS 2025
Ozempic, “zero”, microplásticos… ¿verdad, mito o exageración?
By Loan Bensadon
Co-fundador y farmacéutico
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EL LADO OSCURO DE LOS PRODUCTOS LIGHT O ZERO
En 2025, la conversación ya no gira solo en torno al azúcar: ahora todo apunta a los edulcorantes, y no solo los artificiales. Durante años los vimos como aliados “sin calorías”, pero el cuerpo reconoce cuando lo estamos engañando. Cada vez que probamos algo dulce, el cerebro se prepara para recibir energía en forma de azúcares. Con los edulcorantes, esa energía no llega y este choque entre lo que se promete y lo que ocurre realmente dispara el apetito y los antojos a través de una liberación de insulina.
Estudios con neuroimagen muestran que la sucralosa activa el centro del hambre y zonas de recompensa, impulsando a comer más¹. Aunque se como alternativas más saludables, la evidencia reciente invita a replantearlo. Su consumo habitual se ha asociado a un mayor riesgo de diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares², y algunos estudios poblacionales sugieren un aumento del riesgo de ciertos cánceres³. Además, ciertos edulcorantes considerados naturales y seguros como la estevia, el xilitol o el eritritol alteran la barrera intestinal, aumentando la permeabilidad y favoreciendo la adhesión de bacterias dañinas⁴. La tendencia de 2025 es clara: entender que “dulce sin azúcar” no siempre comercializan significa “inofensivo”. Y cuando sea necesario endulzar, usar alimentos naturales como frutas, toman protagonismo.
Malik, V. S., Popkin, B. M., Bray, G. A., Després, J.-P., Willett, W. C., & Hu, F. B. (2010). Sugar-sweetened beverages and risk of metabolic syndrome and type 2 diabetes: a meta-analysis. Diabetes Care, 33(11), 2477–2483. (link)
Meng, Y., Li, S., Khan, J., Dai, Z., Li, C., Hu, X., Shen, Q., & Xue, Y. (2021). Sugar- and artificially sweetened beverages consumption linked to type 2 diabetes, cardiovascular diseases, and all-cause mortality: A systematic review and dose-response meta-analysis of prospective cohort studies. Nutrients, 13(8), 2636. (link)
Debras, C., Chazelas, E., Srour, B., Druesne-Pecollo, N., Esseddik, Y., Szabo de Edelenyi, F., Agaësse, C., De Sa, A., Lutchia, R., Gigandet, S., Huybrechts, I., Julia, C., Kesse-Guyot, E., Allès, B., Andreeva, V. A., Galan, P., Hercberg, S., Deschasaux-Tanguy, M., & Touvier, M. (2022). Artificial sweeteners and cancer risk: Results from the NutriNet-Santé population-based cohort study. PLoS Medicine, 19(3), e1003950. (link)
4. Shil, A., Olusanya, O., Ghufoor, Z., Forson, B., Marks, J., & Chichger, H. (2020). Artificial sweeteners disrupt tight junctions and barrier function in the intestinal epithelium through activation of the sweet taste receptor, T1R3. Nutrients, 12(6), 1862. (link)
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La promesa de perder peso de forma fácil: Ozempic
Hoy en día, estar en tu peso “ideal” se ha convertido en algo casi excepcional. En 2020, el 38% de la población mundial padecía sobrepeso u obesidad y España figuraba entre los países con más casos por habitante¹. Aunque la obesidad está clasificada por la OMS como enfermedad crónica² y vinculada a múltiples enfermedades, para muchas personas la principal preocupación sigue siendo la apariencia física.
En ese contexto surgió el fenómeno Ozempic,un medicamento para diabéticos tipo 2 que saltó al estrellato como fármaco para adelgazar. Es parte de los agonistas del receptor GLP-1, que imitan a una de las hormonas principales de la saciedad, que envía la señal de saciedad al cerebro, reduciendo el apetito de forma notable. En 2025, su uso se disparó tanto que se convirtió en una tendencia global, impulsada por redes sociales, prensa y testimonios que lo presentaban como la solución “rápida” para perder peso, llegando incluso a provocar desabastecimiento entre quienes realmente lo necesitaban. Pero su éxito tiene matices: aunque ayuda a perder peso, puede causar náuseas, diarrea, dolor abdominal, insomnio o ansiedad. Además, un estudio a gran escala revela que una vez que se suspende el tratamiento los participantes recuperaron el 67% del peso que habían perdido³.
Y lo que Ozempic deja claro es algo que durante años se ha pasado por alto: la pérdida de peso está profundamente ligada a las hormonas, no solo a las calorías. La insulina y el GLP-1 regulan el apetito y el almacenamiento de grasa; cuando se alteran, perder peso se vuelve casi imposible. La buena noticia es que también podemos trabajar con estas hormonas de forma natural: eligiendo alimentos de bajo índice glucémico, ricos en fibra, proteína de calidad y libres de edulcorantes, y cuidando la microbiota intestinal, que ayuda a estabilizar el hambre y procesar mejor los nutrientes. En realidad, no se trata de comer menos, sino de comer de mejor calidad.
Wilding, J. P. H., et al. (2022). Weight regain and cardiometabolic effects after withdrawal of semaglutide: The STEP 1 trial extension. Diabetes, Obesity & Metabolism, 24(8), 1553–1564. https://doi.org/10.1111/dom.14725
Obesity and overweight. (s/f). Who.int. Recuperado el 16 de diciembre de 2025, de (link)
Wilding, J. P. H., et al. (2022). Weight regain and cardiometabolic effects after withdrawal of semaglutide: The STEP 1 trial extension. Diabetes, Obesity & Metabolism, 24(8), 1553–1564. https://doi.org/10.1111/dom.14725
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No es tu fuerza de voluntad: los ultraprocesados están diseñados para hacerte ganar peso
Durante años, nos han hecho creer que el sobrepeso y la obesidad son cuestión de “falta de fuerza de voluntad”. En 2025, la ciencia es clara: hemos creado alimentos que superan a la naturaleza y sobreestimulan nuestra biología alterando nuestro equilibrio hormonal. Desde el siglo pasado, comenzamos a refinar harinas, aceites y azúcares; incorporamos saborizantes, emulsionantes y potenciadores del sabor, en búsqueda de alimentos perfectos e irresistibles.
Mezclamos lo dulce, salado, graso y crujiente en proporciones que no existen en la naturaleza activando con fuerza los circuitos de recompensa del cerebro — las mismas vías dopaminérgicas que se activan con sustancias adictivas— y favoreciendo comer por placer y dificultando las señales de saciedad.
Así nacieron los ultraprocesados: hiperpalatables, muy calóricos o cargados de edulcorantes, poco saciantes y diseñados para comer sin límites.
Y aunque nos intenten convencer, 100 calorías de una hamburguesa industrial no son lo mismo que 100 calorías de carne de calidad comprada en la carnicería. Una es carne de verdad, y la otra dista mucho de serlo. Generan respuestas hormonales distintas, afectando señales clave del hambre y la saciedad como la insulina, el GLP-1, la leptina y la grelina¹.
La pregunta ahora no es si debemos renunciar al placer, sino: ¿de verdad hace falta poner nuestra salud en juego para disfrutar de algo que comemos cada día?
Wu, W., et al. (2025). Sweetener aspartame aggravates atherosclerosis through insulin-triggered inflammation. Cell Metabolism.(link)
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Preocupación por los microplásticos: "ingerimos una tarjeta de crédito a la semana".
En 2025 nos hemos dado cuenta de lo omnipresente que se han vuelto los microplásticos: los inhalamos, lo bebemos y lo ingerimos con la comida. Una vez en nuestro cuerpo, las partículas más pequeñas dañan la barrera intestinal: aumentan la permeabilidad, alteran la microbiota, dañan la mucosa y favorecen la inflamación de las paredes¹.
En 2025, una idea sorprendente empieza a ganar fuerza en la ciencia: la fibra podría ser una herramienta para defendernos del daño de los microplásticos. Su estructura porosa no solo atrapa toxinas, sino también fragmentos plásticos.
Actúa como un filtro natural. Su superficie rugosa captura parte de esas diminutas partículas que viajan por el intestino. El resultado es sorprendente: algunos microplásticos pueden salir del cuerpo exactamente igual que entraron, sin llegar a instalarse ni causar más daño del necesario. Además, no solo los expulsa: también protege al intestino del daño que provocan. Alimenta a las bacterias beneficiosas, frena a las patógenas, estimula la producción de mucina —esa capa de moco que actúa como escudo— y refuerza las uniones entre las células que forman la pared intestinal. El resultado es un intestino con una barrera más fuerte y menos permeable, mucho menos vulnerable al impacto de los microplásticos².
¿Y lo de que nos comemos una tarjeta de crédito a la semana? Los famosos “5 gramos a la semana” es una estimación basada en estudios heterogéneos. No nos dice exactamente cuánto ingerimos, pero sí deja claro algo importante: la exposición existe y no podemos ignorarla. Por eso, frente a una exposición creciente a microplásticos, es urgente investigar soluciones como la fibra, al mismo tiempo que cortar de raíz los hábitos que la alimentan —calentar comida en plástico, usar botellas de un solo uso, beber en falsos envases de cartón o consumir té en bolsitas—.
Cox, K. D., et al (2019). Human consumption of microplastics. Environmental Science & Technology, 53(12), 7068–7074.
Wang, H., et al (2024). Fighting microplastics: The role of dietary fibers in protecting health. Food Frontiers, 5(5), 1984–1998. https://doi.org/10.1002/fft2.437
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EL BOOM DEL BIOHACKING Y LA OBSESIÓN POR LA LONGEVIDAD
¿Qué es el biohacking? En teoría, ofrecer al cuerpo las condiciones ideales para funcionar mejor. En la práctica, es un territorio mucho más amplio: desde ayunos y baños de hielo hasta sensores implantados bajo la piel y procedimientos que rozan la ciencia ficción.
Este último es el caso de Bryan Johnson, un hombre de 48 años que, con su proyecto Blueprint, busca “vencer al envejecimiento”. Su meta es reducir su edad biológica a 18 años y prolongar al máximo su vida saludable.
Entre sus prácticas más mediáticas estuvo incluso una transfusión de plasma de su propio hijo adolescente, un experimento que probó y abandonó tras no observar beneficios reales. A esto se suma una batería constante de resonancias, ecografías, escáneres y análisis clínicos que le cuestan más de un millón de euros al año. Y aunque todo esto llama la atención, ningún estudio ha demostrado que sea posible revertir el envejecimiento de forma fiable.
Sin embargo, entre sus medidas extremas hay prácticas respaldadas por la ciencia: una dieta vegetal y baja en ultraprocesados, ejercicio diario, buen descanso, gestión del estrés, consumo de suplementos con evidencia científica y evitar el alcohol y el tabaco. Hábitos que él incorpora y que cualquiera puede adoptar sin entrar en el terreno experimental.
El interés por la longevidad y el healthspan (envejecer con calidad de vida) crece muy rápido y si no se convierte en una obsesión, puede ser una buena razón para empezar a cuidarse antes de que sea demasiado tarde, prevenir muchas enfermedades de estilo de vida y retrasar los signos del envejecimiento.
Dai, S., et al. (2024). Ultra-processed foods and human health: An umbrella review and updated meta-analyses of observational evidence. Clinical Nutrition, 43(6), 1386–1394. (link)
Sejbuk, M., et al. (2022). Sleep quality: A narrative review on nutrition, stimulants, and physical activity as important factors. Nutrients, 14(9), 1912. https://doi.org/10.3390/nu14091912
Clemente-Suárez, V. J., et al. (2023). Global impacts of Western diet and its effects on metabolism and health: A narrative review. Nutrients, 15(12), 2749. https://doi.org/10.3390/nu15122749